Baladas de Puerto Terminal: InterZona, 2492.
Por Marcelo Novoa
SOBRE LOS TECHOS ME HALLARÁN A SOLAS. Con las primeras lluvias ácidas de Febrero, las grandes palmeras cenicientas soltarán su polvillo muerto, entre el humo rojizo de los incineradores y los enormes avisos publicitarios parpadeando para nadie. Esta ciudad abandonada por los turistas-on-line se abrirá como una flor enferma entre mis manos profanas. Llamadme Ismael, pues esta ballena blanca de concreto y acero, elevada 20 pisos sobre la galería clausurada, es mi insignia de cobardía. Estos techos donde cientos de mecanogaviotas aún cantan su descontento, como la cinta que fluye en la contestadora de un muerto. Allí me hallaron los ángeles de la desolación, asido a los lateríos de un Valparaíso excesivo, aquí mismo, donde levanto mi cabeza para contrarrestar las ráfagas de viento enfermo y muy lentamente, me empapo de toxinas.
PUERTO MUERTO, QUEMADO, TERMINAL. Así figurará en los mapas tardíos de las hoy desaparecidas factorías automatizadas neoniponas. Algunos programas todavía suelen recordar aquellas épocas de gloria. Un puerto famoso tras las Guerras Corporativas, codiciado por la locura suicida de sus mujerzuelas, la virulencia del vicio aún en estado de pureza, y el descomunal tamaño del hambre de sus habitantes. Todavía un espectáculo digno de ver...
lee completo este relato ciberpunk, en la próxima RonckanPunk.
sábado, 8 de diciembre de 2007
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario